Se había pensado, diseñado y se habían empezado a construir los 20 fragmentos por separado. Guardábamos distribuida por el almacén la idea de este poliedro y entonces lo trasladamos a su hermosa casa.
El objeto que llevaríamos representando a “los polinizadores del Andalucía” no podía ser otro que el gran hotel de insectos de la huerta transformado en un “Meteorito Polinizante”. Ya todos lo llamábamos así.
Un objeto que tuviera la finalidad de atraer y refugiar a la tan querida y necesaria fauna auxiliar para favorecer la polinización de la huerta y el jardín, de ahí lo de “polinizante” y un objeto o “meteorito” llegado de otros mundos y además trasformador del paisaje con su sola presencia, por sí mismo y por la energía recogida y trasmitida gracias a los insectos.
Un objeto sólido platónico en forma de icosaedro, que fuera bello y ecológico. Un cuerpo cósmico.
Hubiera estado genial como soporte de una de sus vírgenes en lugar de la volatilidad de la nube.
La madera, sus materiales de relleno: restos de podas de mantenimiento y carrizo protegido por una malla hexagonal en ambas caras para contener la textura de estos materiales suspendida en el espacio.
Jacaranda, ciruelo japonés, limonero, ciprés y naranjo donados por estos árboles que le nombro y también carrizo de distintos carrizales (para crear el menor impacto posible). Toda la madera perforada pues un agujero=una larva, una larva= un insecto polinizador, un insecto polinizador= felicidad de miles de flores.
Se perforaron cientos (que a mí me parecieron millones) de segmentos de carrizo para que la luz, sombras de los claroscuros de sus bellos cuadros se repartieran por las paredes y el techo.
El efecto era más psicodélico que barroco…
El verde de los pigmentos naturales y ecológicos le daba un aire muy de siglo XXV y aunque no evocaba para nada al 1617 quedaba fantástico.
Ver la materialización del icosaedro, triángulo a triángulo gracias a las hábiles manos de Javier Reina en una de sus habitaciones por las que hubo paseado usted y ¡en apenas media hora! (lo que había supuesto miles de horas de montaje, preparación de materiales, montaje, traslados al local, después al colegio, de nuevo al local, a su casa…) que fue para mí un momento casi (de casi nada) MÍSTICO.
No veía la hora de que los niños y niñas del Andalucía lo vieran también. El meteorito era suyo, por ellos y para ellos. Durante el fin de semana vino el hombre de las luces que junto con Teresa añadieron una combinación lumínica para ser transformado definitivamente, en un objeto venido del espacio.
Miguel Marín “Árbol” añadió las voces de los niños y niñas junto con los ecos de insectos y sonidos que no eran para nada de este mundo.
Algún niño, como le pasó a Pablo pensó que los bichos ya estaban viviendo dentro…
Recuerdo la llamada de mi amiga Fabiola y haber estado tan fascinada que tuve que decir “lo siento, llámame en otro momento porque estoy flipando con lo que estoy viendo”.
Lo único que hemos conseguido: las sonrisas maravillosas de los niños y niñas que pintó usted en sus cuadros… si los hubiera visto.